Un total de 55 grandes aparatos, 10 espectáculos, 42 juegos de azar, 73 casetas de tiro, 25 de boxeo, y 15 de bisutería y juguetes. Además, compartidos con la zona de casetas, 30 puestos de helados, 25 de turrón, 28 de algodón dulce, 60 de agua y tabaco, y 40 de flores. A grandes trazos, estas son las cifras del espacio más lúdico de la feria.
Aunque para hablar de gustos y no de números, hay que mencionar la montaña rusa y la noria como las atracciones tradicionales con más éxito.
La competencia
En dura competencia con ellas, el nuevo ratón vacilón, una montaña rusa con coches que toman las curvas al ritmo vertiginoso del látigo. Siguen teniendo su hueco los coches tope o el canguro. Similar a este último encontramos el telecombate, con una diana a la espalda del pasajero del asiento delantero al que se le puede hacer caer. Y muchos más: el gusano loco, el ovni o la olla, el barco vikingo, el top gun o el famoso Entreprise.
Más tranquilos son los ponis, el vaporetto, y sobre todo, las cataratas (una pequeña montaña rusa de agua) además del clásico tren de la bruja. Pero para sobresaltos, el castillo del terror, el trueno, el hotel o la resbaladera de caída libre.
La única penitencia, que la cartera no deje de recordarnos el resto de la feria que sí hemos pisado el infierno (un viaje cuesta entre 3 euros y 5 euros).
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